domingo, 17 de mayo de 2015

HISTORIA DE UNA BOTELLA DE SPRITE

 "La botella es verde, cilíndrica, con un volumen de dos litros y la adquirí en el veinticuatro horas de la Plaza de Toros". El policía tomaba nota de la descripción del recipiente en su cuaderno de pastas azules. Su bolígrafo, de tinta también azul, se deslizaba sutilmente sobre el papel mostrando una caligrafía excelsa, de una belleza superlativa. "La olvidé, la botella, no sé dónde".
  Las hormigas corren frenéticas organizadas en una fila infinita y transportan a su hogar las pipas esparcidas en derredor de un banco del parque mientras el adicto a la cocaína se prepara una raya en la mesa de cristal en el salón de su casa, cierra los ojos y sobre un fondo obscuro destacan perfiles áureos de geometría rectangular. Sopla en la boquilla de una botella verde sin contenido y el viento  trae el sonido estridente del claxon iracundo de un coche que allí afuera, en la calle, porfía y acaba despertando a su vecino insomne, que se guarece en el bañó y se masturba, aún las legañas en la comisura de sus ojos. Envuelve el líquido lechoso con papel higiénico y lo lanza al retrete, acciona la cadena del váter y los espermatozoides continúan su odisea por las alcantarillas de la ciudad y hallan un lugar donde residir en las entrañas de una botella verde descomunal.
  Su vecino no duerme desde que perdió su fetiche cilíndrico color verde. El drogata se va de farra, solo, animado después del chute de cocaína, piensa flirtear, cortejar, conquistar y penetrar con su falo enhiesto la vagina húmeda de alguna desconocida, sin condón, a pelo, qué difernecia, mucho más placentero, piel acariciando piel, no hay parangón. Se detiene delante de una veinticuatro horas y compra unos dulces. Los devorá con avidez y en el ínterin coquetea con el dependiente que, complacido por sus requiebros, acepta su proposición y lo hacen allí mismo sobre el mostrador de la tienda. Está feliz, sexo, drogas y rock and roll, duerme una noche de polvos mágicos. Sueña que sus genitales son grandes y verdes y burbujeantes, e interpretan a Bach, a Mozart o a Scriabin. Despierta, esnifa una raya de coca, se echa al coleto una copa de whisky, vomita, se masturba y eyacula y su semen baña las pipas tiradas sobre el suelo del salón, lo recoge todo y lo lanza a la calle pero antes de caer al suelo la basura transmuta en una grácil lechuza que quiebra el silencio de la noche con un potente alarido. Después, vuelve a dormir. Mañana desperterá como una tábula rasa pues los polvos que consume le han frito el cerebro, detergente para borrar recuerdos infaustos. Su pasado le atormenta. 
 Posee algo apreciado por otro. Ese algo para ese otro supone una extensión de su yo, le aporta un sentido a su existencia y no puede continuar su vida sin su cosa verde. Se aferra a ella, pero todo acabó, debe aprender la lección de la transitoriedad, que todo perece, apreciar la vida en su finitud y saborear cada instante de su existencia sabedor del cercano adiós. 
 La botella verde empezó a comprimirse hasta formar un agujero negro microscópico.
 En el LHC aceleran partículas y las hacen colisionar a velocidades inimaginables, cercanas a la velociadad de la luz. 
 La botella de sprite es un multiverso donde bullen multitud de universos burbuja.

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