FESTÍN DE CARROÑEROS
Edificios
sin rostro en
la
pantalla de mi añejo celular,
paredes
de cemento y
ladrillos
que
guardan celosas un secreto arcano,
la
mirada inánime de un cadáver,
larvas
comedoras de
carne
putrefacta,
sollozos
en
la
habitación umbría.
Algazara
de niños en el parque de recreo
recuerdos
de
la
infancia
ahora
el viento displicente mece
los
columpios y
juega
allí
solo
ulular
compungido y
quejumbroso.
Pasillos
de casas
infectados
por
repugnantes
cucarachas
crepitar
de
exoesqueletos
reflejo
nacarado de
su
armazón opaco.
Sombras
indelebles de árboles que
ya
no están
se
perfilan en el suelo ceniciento de
la
ciudad inerte.
El
caminante
insomne
vaga
por sus calles apesadumbrado y
la
hemoglobina
escruta
esas
mismas calles desiertas de la ciudad
buscando
oxígeno.
Esta
noche el tiempo fluye
más
despacio y
cada
paso del
caminante
se
solaza en la urbe deshabitada.
El
gato indómito,
asustado,
se
refugia en la bolsa marsupial de metal fulgente,
la
gatita está
encinta
y
protege
a su prole,
instinto
de supervivencia.
El
caminante solitario se detiene
abruptamente
y
se
arrodilla y
llora
y
se
cubre el rostro con sus manos trémulas y
arroja
su alma
dentro
de un cubo de basura,
buitres
nocturnos
caen
del cielo
trazando
círculos
concéntricos,
festín
de carroñeros.
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