viernes, 1 de enero de 2016

SONRÍE PARTE 2

- Tenías razón sobre lo del hotel, Estefanía tampoco creía que fuese la mejor opción.
- Entonces, infiero por tu presencia en el supermercado que habéis acordado un nuevo plan.
- Sí, nos hemos citado el fin de semana pero en su piso.
- Lo importante es que tengáis tiempo para estar solos los dos antes de separaros durante el verano. Para los recién enamorados dos meses se hacen muy largos aunque el teléfono e Internet permitan un contacto virtual continuo e ininterrumpido. Pero no es lo mismo. La mano y los genitales son dos órganos con diferentes sensibilidades.
-  Y el teléfono es frío y distante.
- Quien dice que la mente se ubica en el cerebro y únicamente en el cerebro está equivocado. El cuerpo, como unidad, es el hogar de la mente.
- Sólo puedo pensar en ella y cuando lo hago tengo la sensación de que no sólo actúa el cerebro sino que también mis manos, la piel y el corazón conversan conmigo muy excitados. Todo en mí se ha enamorado de ella. Por consiguiente, el amor que le profeso a Fanny no constituye ningún estado de enajenación mental producto de mi cerebro.
- Amigo Antonio, mediando el amor uno deja de ser ese uno pasado. La vida adquiere tonalidades de color hasta el momento desconocidas. No es ni mejor ni peor. Es una apertura a una realidad diferente. Depende de cómo lo gestiones hallarás la felicidad o la pesadumbre más insoportable. Porque no existen categorías absolutas y todo es relativo y está sujeto a la interpretación que hace uno mismo de esa realidad, asentada en nuestras propias experiencias individuales.
- ¿Sabes?, antes no creía en nada. No entendía a la gente que miraba al futuro con esperanza. ¿De qué servía? Luchar eternamente en una guerra perdida de antemano. Por eso no me tomaba la vida en serio y me enfrentaba al día a día exhibiendo un humor negro irritante, aséptico y melancólico. Empero, ahora, sé que esas personas albergaban un anhelo y en su camino hasta ver satisfecho ese deseo ningún obstáculo era excusa para deponer la voluntad de salir airoso en la lid. Y el amor, como emoción subyacente presente en todos ellos, nutría sus esperanzas. Cualquier amor valía, padres, hijos, cónyuges, credo, ideologías. Mi descubrimiento es que el amor actúa como catalizador de la voluntad de querer del ser humano.
- Sin embargo, y a colación de tu última afirmación, ¿no crees que el tratamiento actual dado al sexo, al amor y a la pareja se ha trivializado, como si lo único importante fuese la participación en una competición inhumana por dilucidar quién de nosotros echa más polvos desposeyendo al mismo sexo de su componente amoroso y convirtiendo al coito en una pulsión animal y al compañero en un banal objeto de una más transacción comercial?
- Bueno, el amor garantiza el establecimiento de un vínculo en la pareja que la proyecta en el futuro. Son dos aspectos directamente proporcionales. A más amor, relación más longeva.
- Sí, eso es. Se ha perdido la dimensión erótica del amor. El erotismo esconde, oculta, se demora, en lo erótico la imaginación juega un papel capital, el erotismo trabaja la creatividad y el actuar creativo embriaga, seduce y hechiza.
- Por consiguiente, los que se aman se convierten en dos artistas que crean su obra genuina: su propia relación sentimental.
- Claro. El compromiso y la fidelidad en la pareja contrastan con la obscenidad de la pornografía explícita y del corto plazo. La pornografía reduce el amor al coito y lo despoja de afecto, cuando el sexo debiera ser el vehículo del amor erótico. Entendido así el sexo deviene espontáneo sin la búsqueda forzada de la satisfacción carnal como un imperativo inexorable.  
- La fusión de la pareja en un solo ser, ¿el hijo?
- Durante el coito los dos amantes unen sus almas y se convierten en uno. Ese uno puede engendrar un hijo o no, pero tanto en uno como en otro caso el acto consuma el amor puro y verdadero que se profesan ambos amantes.
- Entonces, según he entendido yo, y corrígeme si me equivoco, el hecho trivial de masturbarse pensando en tu amada, ¿puede definirse como acto de amor mientras que el sexo frívolo con una mujer de carne y hueso no? No obstante, no reporta el mismo placer.
- Ummm……. Amén a eso, tío. Pero no olvides que somos organismos depositarios de conductas reproductivas moldeadas por la selección natural. Aun así, no dudes de que a lo largo de este caluroso estío hallaré la respuesta a tu perspicaz observación, fortaleciendo mi teoría y aportándole un cuerpo de argumentaciones granítico que asuste y ponga en retirada a posibles detractores inmisericordes como tú.
- ¿Sabes?, algún día en el futuro echaré de menos estas reuniones. Y me niego rotundamente a pensar que todo ésto desparecerá cuando hayamos finado. Quizá sobreviva en forma de transmisión memética en nuestros hijos. O estemos a tiempo de transferir nuestra idiosincrasia (y no solo memoria) a un cuerpo artificial inmortal y compartir nuestras charlas hasta el fin de los días. Imagínate, viejos cyborgs con esqueletos de silicio congregados en la misma sala, bebiendo y siempre con una palabra más que decir acompañando a los últimos procariotas en el crepúsculo de La Tierra. Nada de conversaciones en la red, face to face, sin Webcams ni miradas asépticas.

Antonio y Álvaro se dieron un fuerte abrazo como despedida hasta el curso próximo. Camino de su cubil, Antonio, dichoso, entre suspiros de pasión irrefrenable, fantaseaba visualizando el anhelado encuentro que compartiría con Estefanía ese fin de semana. Reía. Ella, de nombre Estefanía, ojos verdes azabache, mirada perspicaz, melena y tez morenas, senos turgentes, piel tersa, anatomía femenina embriagadora, incitando al pecado, alegre, risueña, vivaracha, inteligente, circunspecta, amante del cine francés, lectora inveterada de Sánchez Dragó, su lengua indómita y versátil era capaz de mantener un diálogo durante horas, milenios, eones así como de juguetear con su pene hasta extraerle la última gota de esperma. Traviesa en el catre, Antonio sólo deseaba hacer el amor con ella hasta el fin de los días, y pasear, porque su elocuente discurso seducía tanto o más que su belleza física. Antonio caía preso del hechizo de sus palabras encadenadas vehementemente en frases, párrafos y soliloquios interminables. Ella, Estefanía o Fanny, como la llamaba cariñosamente en la intimidad, había dibujado una sonrisa indeleble en su rostro otrora taciturno.

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